San Rafael, Mendoza martes 26 de noviembre de 2024

Voto crucial en Venezuela con el peso de la crisis económica

Afiches de campaña. El rostro de Nicolás Maduro y un mensaje dejado por la oposición. A pesar de la veda, la campaña siguió fuerte en Caracas./REUTERS
El oficialista es favorito frente al opositor Henrique Capriles. El desabastecimiento, la inflación y la devaluación de la moneda jugarán en las urnas junto a la fuerte memoria del líder bolivariano muerto

La de hoy será una elección muy rara en Venezuela. Muchas de sus caras son inéditas. Por primera vez, los venezolanos elegirán a un presidente después de la muerte de un mandatario en ejercicio. Es histórico, además, que un sustituto asuma el Ejecutivo -y dispute el comicio- tras ser ungido con métodos cuestionados por juristas y opositores. Nunca antes un gobierno aplicó dos veces en cien días una brutal devaluación y, sin embargo, se encarama como el favorito. E incluso tampoco nunca antes un muerto -ilustre, poderoso, pero desaparecido al fin- había determinado el derrotero de la campaña electoral como si él también fuera candidato.

Pero Venezuela siempre depara sorpresas. Hay en el aire una atmósfera de fin de ciclo que, sin embargo, no llega a depositarse del todo en la realidad cotidiana. Esa extraña sensación se palpa en los mercados callejeros sabatinos, como en la Feria Abastecimiento Palos Grandes, donde el gran tema era ayer el crónico desabastecimiento de alimentos y medicinas, la inflación que roza el 30% y la devaluación del 80% que desde febrero a hoy pulverizó la moneda, alentó la fuga de divisas y refrendó la idea de que todo el discurso progresista del oficialismo está prendido con alfileres.

Cuando Clarín visitó la feria, opositores y algunos chavistas se mezclaban en la búsqueda matinal de un kilo de papas barato o del paquete de arroz que no se consigue fácilmente en los supermercados. Unos se inclinaban por el oficialista Nicolás Maduro, quien fue ungido por Hugo Chávez como su sucesor en diciembre, antes de internarse en Cuba, desde donde regresó para morir en Caracas el 5 de marzo. Hoy, Maduro, a quien los sondeos le dan una ventaja de 10 puntos sobre el opositor Henrique Capriles, deberá revalidar aquel dedazo. Y deberá hacerlo enfrentando una lluvia de críticas -incluso desde sus filas- de quienes lo ven como un postulante desangelado e inexperto y que flamea como una vela sin cera ante el aura mágica de Chávez.

Pero el problema en esta elección no es tanto Maduro, sino los 14 años de gobierno que no han logrado desarrollar a Venezuela aun cuando el chavismo mejoró las condiciones sociales de 70% de la población, pobre y desheredada por una casta política tradicional que le dio la espalda durante décadas y la trató como escoria. Chávez y su movimiento vienen de esa contradicción y de esa herida.

“Va a haber mucha abstención. Los chavistas no quieren a Maduro”, dice Julián, un emigrado español mientras toquetea el kilo de papas a 20 bolívares (un dólar en el mercado paralelo). “Vamos a lo de Paco, que allí está a 10”, le dice María, su mujer. A su lado, tipos con casco recién bajados de la moto hacen cola por un vaso de ananá a 12 bolívares. En la feria hay de todo porque todo es lo que falta en la economía esencial luego de que un cepo al dólar arrasara con la producción local. Como Venezuela importa casi toda la comida que consume, la devaluación puso los precios en la estratosfera.

“Pero ¿es que a esto le llaman socialismo, gobierno que favorece al pueblo?”, comenta María cuando, a su lado, un muchacho chavista le reprocha que la clase alta hubiera olvidado “al pobrerío” durante 40 años. “Es que para usted yo soy una asquerosa burguesa, joven”, replicó la mujer, pero enseguida se detuvo, avergonzada, como advirtiendo que sus dichos la dejaban al desnudo. Conteniendo los calores, desde allí atisbó la esquina, donde los mesoneros del café Botticelli, en el implacable mediodía caraqueño, arrojaban a la calle litros de agua y espuma cubiertos de baba fresca.

En otro de los 40 stands de la feria, una mujer acomoda en la mesa un kilo de tomates lustrosos. “Quince el kilo, señor”, me dice. Acaba de cumplir 60 años, pero el cuerpo parece esconderle algunos más. En la calle, un Jeep que es un tanque hunde su oruga en un pozo.“¿Ve?”, dice Javier Muiño, que discute con la vendedora por un kilo de lechugas a 10 bolívares. “¿Dónde fue la plata de PDVSA? ¿Dónde están las obras públicas en este país?”. Una estudiante que compraba perfumes en el puesto de al lado le contesta: “Algo hicimos con las escuelas y los hospitales. Las pobres no conocían el Papanicolau”. “¿Tardaron 14 años para hacer el examen?”, replica Javier, riendo.

La pelea no es casual en este país polarizado. Capriles hizo hincapié en las fortunas que ganó la petrolera estatal -90% del ingreso nacional- y que no se ven en la calle. En promedio, US$ 150.000 millones por año de ingresos en la última década. Pero hoy Venezuela no tiene infraestructuras modernas, hay apagones diarios. El país es el más inseguro de Sudamérica y la petrolera tiene una deuda de unos US$ 68.000 millones.

Todo esto lleva a pensar que quien gane gobernará cuando se desvanece el sortilegio de la plata dulce. Capriles ha hecho hincapié en estas falencias. Maduro, en cambio, se presentó como q

POR CLAUDIO ALISCIONI  fuente: Clarin.com

uien tiene una conversación privada con los difuntos: dijo que Chávez, a través de “un pajarito”, había rogado que votaran por él.

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