Carmen, la obra maestra de Georges Bizet, abre hoy la temporada lírica del Colón con dirección musical del francés Marc Piollet y régie del español Emilo Sagi, mientras que el rol protagónico se repartirá entre la mezzo portorriqueña Jossie Perez (primer reparto) y la rusa Oksana Volkova.
Ambas solistas debutan en el Colón, al igual que el director de orquesta; en cambio Sagi, una de las principales figuras de la escena operística española, ya cuenta con una considerable trayectoria en Buenos Aires: el año pasado fue responsable del estreno de la ópera de Saverio Mercadante I due Figaro, que subió por primera vez en el Colón con dirección musical de Riccardo Muti, y antes de eso había hecho otros dos títulos en el Teatro: La vida breve de Falla, y Doña Francisquita, la zarzuela de Vives.
La presente es una producción del Teatro Municipal de Santiago de Chile. Es la terceraCarmen que Sagi realiza desde su debut con Bizet; la primera fue en la Opera de Lieja y la segunda, una producción más grande dada la escala del teatro, en el Real de Madrid, del que Sagi fue director artístico entre 2001 y 2005.
“Tanto en esta nueva producción como en las anteriores -explica el régisseur-, el eje es el personaje de Carmen: esa mujer que lucha por su libertad y por su forma de concebir la vida; esa mujer que ni siquiera ante la navaja de Don José renuncia a su verdad. Carmen no miente; en el momento en que deja de amar, lo dice. No sé cuántas veces aparece la palabra liberté en esta ópera; muchas, sin duda. Ella siempre fue el eje de obra, y no podría ser de otra manera, pero con el correr de los años he intentado que las cosas sean más simples.
¿En qué sentido más simples?
Con menos ornato. Eso permite que los personajes luzcan más. En esta producción le he pedido a Daniel Bianco (diseño de escenografía) y Renata Schussheim (vestuario) líneas muy simples, que no tratemos de sacar la España de los tiestos con los geranios… Los faralaes en el vestuario tienen que estar, porque lo hacemos en Sevilla, pero debemos intentar ser lo más austeros que sea posible. Por eso la acción transcurre en la época de la posguerra española, entre los años ‘40 y los ‘50. Esa época de la pobreza de posguerra de España da mucho más brillo a la historia apasionada de Carmen. Sin entrar en esas anécdotas un poco bobas de representar a Franco y todo eso. La época franquista es una época de España, como pueden serlo la de Felipe II o Carlos III. Una época de miseria y punto.
De modo que usted sitúa la ópera en algún punto prácticamente equidistante entre su contexto original y el mundo actual.
En cierta forma. No quiero dejarla como una ambientación del siglo XIX, ni tampoco de la época actual: hay que dejar que la imaginación trabaje un poco. Yo creo que hay que acercar, pero no tanto. Que no parezca de anteayer. Creo que al menos en la ópera esto no es conveniente, porque hay muchas cosas en la partitura y el libreto que producen un tremendo shock, un verdadero despropósito. Yo creo que, especialmente en el momento en que nos encontramos ahora, tenemos que buscar un equilibrio entre lo que significa la ópera y lo que es un público del siglo XXI. Este es el gran desafío. No hay que expulsar a nadie del teatro. Hay que conjugar eso con una visión que haga atractivo el género para la gente joven. Que la gente vea un gran espectáculo como siempre fue la ópera, pero con rigor teatral.
¿Podría esta ópera ser abstraída del entorno andaluz?
Hombre, un poco de color tiene que tener. Bueno…que también soy español. Nunca se me ocurriría eliminarle el contexto sevillano, porque yo creo que eso fue lo que fascinó a Prosper Mérimée de primera mano para escribir la novela. Evidentemente hay un componente exótico; tal vez en esa época España fuese como es hoy la Polinesia, y yo creo que eso hay que contarlo. Y además están esos personajes “exteriores”, extrovertidos, esos personajes del sur de España que tienen un caos en la cabeza, como puede ser Carmen, que de pronto está de un humor maravilloso y al segundo es totalmente negativa. Yo creo que eso es muy típico de una zona, entonces plantificar la acción en esa zona me parece fundamental. Y además está el baile, que es muy importante. Carmen está cantando para que alguien baile, y lo dice, y yo quiero que ahí baile alguien. Obviamente, lo que no me apetece es que salga alguien a bailar cuando no hay baile, o cuando no hay una música de baile, como en la época en que solía hacerse un cuadro flamenco entre el primero y el segundo acto. Eso no me interesa, pero bueno, cada uno tiene su visión.
¿Conoce los escritos de Nietzsche sobre la ópera “Carmen”?
Sí, claro, además de todo representaban una gran crítica a Richard Wagner, con esos dioses horribles que están siempre en el Walhalla… Nietzsche quería una persona de carne y hueso. Para él eso era la vida. Y creo que, efectivamente, como Nietzsche decía,Carmen es una ópera muy mediterránea y muy solar. Aunque es una gran tragedia, es solar al mismo tiempo. Personalmente, no me gustan nada esas Cármenes demasiado enfáticas que a veces surgen cuando trabajo con las cantantes. Yo les digo: “Pero, mira, esta mujer no es un camionero”. Esto ocurre sobre todo entre quienes no provienen de una cultura latina; se muestran enfadadas desde el comienzo de la obra. Yo les digo que no es así, y ellas me responden: ¡Pero Carmen es el diablo! (“¡Eres el diablo, Carmen!”, desespera José en el tercer acto, a lo que ella responde, imperturbable: “Claro, ya te lo he dicho…”). Y entonces les tengo que explicar que en España los diablos son encantadores, sonrientes, solares. Carmen es una mujer positiva y sonriente, hasta que al final todo se le da mal y se convierte en una fiera. Pero eso es justamente lo bonito: que va cambiando desde el principio hasta el final.
Fuente: Clarin.com
Por Federico Monjeau
fmonjeau@clarin
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