La cantante de tango ha tomado la decisión de retirarse a los 102 años, que cumplirá en septiembre. Aquí habla de su “devoción por la vida”, del Papa y de las nuevas generaciones.
¿De dónde viene semejante devoción?
¿De dónde? ¡De todo lo que sufrí! Yo gané con mis dolores, con mi soledad. No se olvide que estuve 17 años proscripta. Me sacaron hasta el piano. Hay que saber llevar a la vida, honrarla. Creo que voy por un buen camino. ¿No le parece?
A estas horas todos hablan del argentino con trono en el Vaticano, pero el milagro argentino está en Palermo. La cantante popular más longeva en actividad anda queriendo predicar con sus tangos. Tampoco ostenta anillo de oro. También presume de sus zapatos gastados. Nelly Omar es la versión femenina de Carlos Gardel, pero lo que impresiona es su parecido a Irineo Funes, personaje de Jorge Luis Borges en Funes el memorioso. Acusa una especie de hipermnesia , una memoria autobiográfica superior. Recuerda “patente” cómo estaba vestida cuando a los cinco años cantó Sin amor. Recuerda “patente” el nombre de sus maestros, el día que Juan Domingo Perón conoció a Evita, las sensaciones que despertó en ella Homero Manzi o cuando vio por primera vez al “Zorzal”. Uno la imagina ya de cristal, pero es de roble. Y está ahí, solita, frente a un televisor que le muestra cómo el planeta habla de Francisco. El milagro es ella, pero el mundo está demasiado ocupado.
Hay días en que atiende el teléfono. Días que no. Seguirla es trabajo de orfebre. Ya no quiere cámaras que se posen en esos pliegues preciosos de su cara. “Estoy plena. No estoy loca. Quiero hacer mi último recital, pero los tangueros estamos abandonados. ¿Por qué somos así? Me llamaron de Alemania a ver si era cierto que yo existía. También de Costa Rica. Es increíble cómo esa cosita que ustedes usan me hace aparecer por el mundo”. Tiene un Winco, pero escucha casetes. La “cosita” es Internet.
¿Cómo se imagina ese último recital?
Quiero invitar a algunas personas a las que quiero. Uno de ellos es (Horacio) Guarany. Y al chico Alberto Oviedo que canta tan bien folclore. Y podría ser una parejita nueva de mi pueblo, Guaminí. Algo voy a armar lindo. Después, es trabajo de los empresarios. ¡Está desapareciendo nuestra música, lo campero! Ya no difunden. ¡Hay que tirar para el rancho! Los de afuera nos comieron las Malvinas y ahora nos quieren comer la música.
Nilda Elvira Vattuone vivió más de 36.000 días. Su cerebro es un misterio. Habla de sus contemporáneos y se lamenta: “Ya se fueron todos”. No tiene familia, pero algo la anima a no querer terminar su historia en el encierro, como lo hizo su amiga Ada Falcón. “Vino el médico y me dijo, ¿Para qué quiere estar tan bien?
Y le dije, Para ir de un lado al otro. No es chiste. Ir al teatro, al cine, buscar una pareja. Espero no morirme sólo con las ilusiones ”, dispara. Sus palabras son balas emocionales.
Fue Malena. Fue -aunque parte de la historia desacredite la versión-, la musa de Manzi y su tortura. Fue la aviadora frustrada que en 1932 probó volar en el Palomar y decidió dedicarse al arte de que “el viento te bañe la cabeza”. Voló alto, pero sin avión. En noviembre de 2011 dio un recital que parecía la despedida en el Luna Park, pero las ganas de vivir la traicionaron. Quiere más horas de vuelo.
Su memoria, Nelly, parece la del cuento de Borges, “Funes el memorioso”…
¿Ha visto? Yo no tomo nada. Leo todo lo que puedo. Soy un elefante para la memoria. Pero no, no quiero volver a lo que era antes; es imposible volver al pasado.
¿A veces no fantasea con volver a la infancia?
Bueno, fui feliz de niña, pero no. No me gustaría volver ahí, sino terminar bien mis años.
Extraño no tener menos años para poder seguir dándole cosas lindas a la vida. Y extraño a la última pareja que tuve, Oviedo, un señor encantador.
¿Tiene dimensión de la edad que tiene, la siente en el cuerpo?
No la siento, pero sé que los tengo. No he despilfarrado mi salud.
¿Cree en Dios?
¡Y cómo creo! El todopoderoso. Yo siempre pido, pero no para mí, para el país. Que haga volar a la gente indeseable y nos deje como era antes la Argentina, brillante. Estoy feliz por el papa nuestro. A ver si nos ayuda, nos corrompimos tanto. ¿Sabe cómo me imagino el cielo? Bien azul, con mezclas de nubes blancas. La fe me hizo llegar a 101 y espero llegar a 103, 104, más.
Tantos jóvenes no encuentran motivos para vivir y usted quiere vivir tanto…
¿Sabe cómo doy ánimo? No tiene idea. Me gusta tanto ayudar, que la gente sea feliz… Si hay un enfermo, ayudo. Tengo un amiguito de 17 años que me llama y yo le doy consejos. Hay que tener la esperanza siempre por delante. Portarse bien. Y tratar de hacer obras benéficas. Una palabra es una obra benéfica. No hay que discutir, antes hay que pensar. Y si alguien se equivoca, perdonar. Ojo, no quiero ser yo un ejemplo.
¿Le gusta que la llamen “Gardel con polleras”?
No, para nada. Yo a Gardel lo respetaba. ¿Sabe cómo lo conocí? Allá en Guaminí. Él había ido de gira con Razzano. Mi papá era amigo y lo llevó después de la función a casa. Nosotros detrás de una persiana lo mirábamos, con el peinadito al medio, con la carita redonda. Lo tengo grabado. Después, cuando mi papá murió y a mis 11 años nos vinimos a Buenos Aires, íbamos al cine con mi mamá a escuchar a Gardel. A mí me pusieron “La Gardel con polleras” cuando me sacaron en andas del cine de Valentín Alsina. También me pusieron “La voz dramática del tango”. Pero yo soy Nelly Omar, cantora nacional. ¡Era de linda de joven! Era, como decía Manzi, una magnolia.
¿Le guarda cariño o rencor a Manzi?
Por él siento respeto. Era un hombre de mucho talento. Nadie sabe la verdad. La amistad con Homero nació en el año ‘37. Estábamos en Mar del Plata. Cuando hizo Malena, Manzi estaba en México con Petrone. Se apareció una chica, según me cuenta después Petrone, que se parecía a mí. El le dijo a Manzi ¿a quién te hace acordar?
Y Manzi sacó un papel del bolsillo y se puso a escribir. De ahí le mandó el verso a Demare. Nunca lo acepté como una relación. Me habia prometido divorciarse y casarse conmigo en Uruguay o México. No lo cumplió. Como no cumplió, yo tampoco cumplí.
¿Se lleva de esta vida la fortuna del amor?
No me puedo quejar, siento que me han querido mucho, pero la que no quise mucho mucho fui yo. He tenido muchos hombres que me han querido, pero yo no me enamoré perdidamente. No sé si será la palabra controlarse. Quizá yo tenía otro destino y por eso no me dediqué al amor.
¿Usted dice que por la música no pudo amar tanto?
Acertaste. La música me animaba. Yo quizá amaba demasiado la música.
Por Marina Zucchi
mzucchi@clarin.com
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