El actor de “Secreto en la montaña” habla sobre “En la mira”, la película de David Ayer que protagoniza junto a Michael Peña y en la que encarna a un policía de Los Angeles. El jueves se estrenará en los cines locales.
Era el primer día de trabajo de Jake Gyllenhaal en End of Watch ( En la mira) cuando ocurrió el homicidio. Iba de incógnito en la parte posterior de un auto patrullero de la Policía de los Angeles (LAPD), observando el protocolo del turno noche. Llegó una llamada de emergencia. Una redada por drogas había salido mal. El suyo era el segundo escuadrón que llegaba. Gyllenhaal abrió la puerta y se topó con un muerto. Todavía le quedaban otros cinco meses de esas salidas.
“Tengo montones de sentimientos al respecto, pero fue sin duda un despertar -dice Gyllenhaal-. La violencia doméstica, perseguir autos robados, peleas familiares… cuando era chico en Los Angeles no se veía ese tipo de violencia”. Sus ojos de Bambi se llenan de emoción. “Ni tampoco semejante cultura. El sureste de Los Angeles tiene, en un 95 por ciento, una cultura increíble, una comida fantástica. Y zambullirme en ese mundo fue maravilloso”.
Gyllenhal tiene desde hace tiempo un fuerte compromiso con la comunidad. Cuando cumplió los 13 años, en lugar de una fiesta, llevó a cabo “una especie de bar mitzvah, sin el boato habitual” trabajando como voluntario en un refugio para personas sin techo. Sus padres -el director Stephen Gyllenhaal y la guionista Naomi Foner- lo alentaron a realizar habitualmente trabajos de verano para que Jacob conociera otras realidades. Una humildad tan resuelta podría resultar asquerosa; de cerca, a cara descubierta, es fácil de digerir.
Me reúno con él y su co-protagonista Michael Peña, escondidos en el subsuelo de un hotel en Toronto, Canadá. Ver a los dos juntos resulta curioso. Los uniformes azules deEn la mira distraen un poco: la emoción de esta película policial se centra mucho más en los amigos que en el crimen.
Esas salidas previas a la producción no apuntaban solamente a ver el lado sórdido del trabajo policial, sino también su camaradería: los turnos de 12 horas con el mejor amigo, las confesiones a la luz de la luna, toda esa charla divertida. El problema es que cuando Gyllenhaal y Peña se conocieron, no se engancharon. Formar un vínculo les llevó cinco meses de mucho jaleo. “Veíamos cómo ocurrían las cosas y decíamos: Bueno, nuestra tarea es observarlo y después, absurdamente, imitarlo . Por eso Mike y yo siempre seremos amigos”.
Si bien En la mira tiene el sesgo del género (los policías son los buenos, no los sucios agentes de Día de entrenamiento, también del director David Ayer), son esas escenas detrás del volante antes de que la película se adentre en el argumento propiamente dicho, las que llevan al filme a destacarse tan fuertemente de las habituales películas de policías. La relación entre ambos es una construcción cuidadosa, hábilmente elaborada, no sólo para los que pagan, sino para la propia policía de Los Angeles.
“Los emociona porque muestra hasta qué punto aman su trabajo -asegura Gyllenhaal-, y eso es lo que pasa en el auto. Expresamos nuestro amor recíproco absorbiendo un montón de basura. El romance es importante, pero tener un amigo que puede servir de espejo, que puede llegar a dar una respuesta objetiva, es lo que realmente importa”. Ayer está de acuerdo: “A los policías les gusta hacerse bromas. Mostré la película a oficiales de todo el país y todos dicen lo mismo: por fin alguien lo entendió”.
Esos vínculos entre los realizadores y sus temas son poco frecuentes. Ayer, ex oficial de la marina con voz de submarino y una contextura acorde, ha desarrollado una carrera con la policía, aunque no prestando servicio en la institución sino más bien llevándola a la ficción. Para Gyllenhaal: “Esta película me cambió la vida. Salí del proceso de producción con tres verdaderos amigos. La película fue decisiva para mí”. “No creo que se pueda abordar ninguna obra de arte con limitaciones o reglas. Considero que el respeto es importantísimo, pero lo que descubrimos en el camino también es realmente importante. Me parece que tratamos de mantenernos fieles a la autenticidad de lo que veíamos, no a la versión romántica”.
Ahora bien, ¿por qué está tan bien representada la fuerza en la película? “Es un departamento muy singular. Cuando se ven envueltos en un escándalo, es a lo grande. Creo que es visualmente el organismo más piola. Tienen la apariencia clásica, parecen policías. Su actitud y su estilo, la presencia de mando de sus oficiales. Todos se quedan siempre muy impresionados con eso. ¡Esos tipos son densos! Tienen tanto aplomo. Son como militares”. Suspira con un gesto de valoración: “Sin ellos, la sociedad sería un desastre. Ellos, de alguna manera, son una defensa contra el desastre. Pero es simplemente una cuestión de selección”. Sí, dice, ser policía implica intrínsecamente ser de armas llevar; y es verdad que las mujeres, tanto en la fuerza como en la película, tienen que amoldarse para parecer más machos. “Es agresivo. ¿Estás dispuesto a matar a alguien? Si tu respuesta es no, no seas policía”.
Los actores no están tan seguros. De pie, en el subsuelo de ese hotel, lo analizan honestamente, ansiosos por no abandonar a sus colegas del escuadrón. “Es como montar un número”, dice Gyllenhaal. “El sexo no importa. Los policías van a un barrio negro y responden de manera diferente que cuando están en un barrio hispánico. Se adaptan de una manera que rara vez se ve en otra profesión fuera de la actuación. Esa es, probablemente, la única similitud entre nuestros trabajos: la capacidad para observar el comportamiento humano e imitarlo. La de ellos es por supervivencia y la nuestra es, en comparación, absurda. Pero quizá la hermandad no sea engañosa. Es una gran familia. Sé que suena a un clisé pero en cuanto a autenticidad, es única”.
Traducción de Cristina Sardoy
Fuente: Clarín
Por Catherine Shoard
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