San Rafael, Mendoza viernes 29 de marzo de 2024

Eros Ramazzotti: “Ya no soy un rebelde”

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Cerca de los 50 años, dice que hoy su plan de vida es su familia. Con su nueva pareja y una hija de un año, cumple 30 de carrera con disco nuevo, “Somos”. En México, el italiano le contó a Clarín las anécdotas de infancia que forman parte del álbum y pide a los argentinos que no lo olvidemos.
La dolce vita a veces llega a los 50. Cuando uno cree que lastrada es más angosta, como en un filme, resulta que la vida es bella. A Eros Ramazzotti eso le pasó después del éxito. Será que en los ‘90, a varios centímetros del suelo, se estaba perdiendo algo. Y lo encontró ahora que laerosmanía aminoró y sus ojos ya no apuntan a Marte: “Es el momento más dulce de mi vida”, regala un título mientras camina por jardines mexicanos como un extra escapado del neorrealismo italiano. Él, que justamente fue extra en películas de Federico Fellini, ya entendió la trampa de la fama: “La televisión te mastica y después te vomita”.

El medio siglo -que cumplirá en octubre- le otorgó, dice, otra noción del tiempo. Como si los 50 años se contabilizaran ahora “en polaroid descoloridas”a las que musicalizó en su álbum nuevo ( Somos). De ahí canciones como Dos minutos, la sensación de que sus 18 mil días en este mundo pasaron en apenas 120 segundos. “ Las rodillas verdes de haber jugado/las carreras hechas para ganar/y las porterías (los arcos) hechas con la ropa en ese prado de Cinecittá ”, escribe. Cinecittá, el Hollywood italiano, fue la cuna de todo eso que hoy canta.

¿Cuando piensa en el pasado tiene la sensación de que estuvo dentro de una película?

Más o menos. Como en Cinema paradiso (se ríe), pero con más contacto con la naturaleza y una realidad más difícil. Pero de niño sí estuve dentro de una película de verdad.

Uno de los datos más simpáticos de su biografía ¿Cómo llegó a ser extra de una película de Federico Felllini?

Donde yo vivía estaba todo muy cerca. Los productores iban por la calle y te daban algo para comer y te metían en la escena de un filme. Yo no sé exactamente qué película habré hecho, pero sé que una de Fellini hice. Tenía cerca de cinco años. Sin embargo mi destino no era el de actor. No hubiera dejado la música por nada del mundo.

Sobre el Paseo de la Reforma, cerca del Bosque de Chapultepec, el hombre con nombre de mitología griega camina y las fundadoras de un fans club azteca que sobrevivió 20 años lo esperan como si fuera aquel rebelde que en 1994 se atrevió a un estadio de Vélez, en pleno romance argentino. Si su coterráneo Tiziano Ferro enfureció a las aztecas con su xenófobo dicho (“Las mexicanas son bigotudas”), este diplomático del amor enmienda la cuestión: jura que las ama “a todas” y hasta abre la puerta de su intimidad al ventilar que su primera relación sexual fue con una mexicana, en 1982. “¿Cómo podría olvidarlo”, arenga a su harén.

Desde 2004 no canta en la Argentina. El archivo arroja el dato de que le puso el cuerpo a un Luna Park y, después, no más rastros. En la década del ‘90 era el italiano más vendedor de estas latitudes, el lujo que se daba La movida del verano, de Juan Alberto Mateyko. Por aquel entonces sonaba hasta el hartazgo Si bastaran un par de canciones. Tenía estampa de rocker, el oído influenciado por Phil Collins y Led Zeppelin, pero la voluntad puesta en el público más romántico. Hoy sigue usando camperas de cuero y adicionó un poco de dulzura.

“Decían que era rebelde, pero no sé por qué. Yo era un muchacho al que le costaba pensar en una pareja a largo plazo. Pero cambié. Si lo quieren ver así, ya no soy un rebelde. Mi sueño ahora es construir una familia hasta el final de mi vida. El amor, en definitiva, es más fuerte que la música. Te da la posibilidad de hacer buena música”, suelta en un italiano veloz. Su hija de poco más de un año, Raffaella, camina alrededor, mientras la mujer del romano (25 años menor que él) intenta en vano camuflar su belleza. Tras un primer matrimonio y una hija de 15 años, Eros Luciano Walter Ramazzotti tiene nueva compañera y amplió la familia.

“Mi entrada a la Argentina fue un poco accidentada”, rememora con incontinencia de carcajada.

¿Por qué “accidentada”?

Durante la primera conferencia de prensa, me equivoqué al hablar. Dije “orto” que en italiano es un jardín, una huerta, y que en tu país tiene otro significado. Buena forma de presentarme a los periodistas…

Por aquel entonces lo “vendían” a la prensa como un Doménico Modugno moderno…

Nos unía el Sur de Italia, él siciliano, yo nacido en Roma pero medio calabrés. Nos hermana esa cuestión del sur, de una vida más difícil que en el norte, lo que construye un temperamento más fuerte. Él es el pionero absoluto de la canción italiana al mundo y me apena que se haya ido tan rápido. Modugno nos abrió el camino a todos.

Curiosamente todo ese poderío de la música italiana en los ‘60 y ‘70 en la Argentina, se perdió. Incluso su nuevo disco no se editó en italiano en nuestro país. ¿Qué explicaciones le encuentra?

La música en general ha perdido fuerza, no sólo la italiana. Con Internet podés escuchar y hacer lo que querés. Antes era distinto: eras fan de alguien, comprabas sus discos y lo seguías hasta el final. La velocidad y la sobreinformación de internet lo cambió todo. Tanto que uno se pierde entre tantas posibilidades. Abarca mucho y sigue fielmente poco. Se perdió el gusto por seguir profundamente a un artista. Además, la música en Internet no debe ser gratuita. Los músicos nos merecemos un pago. Igualmente somos varios los italianos que seguimos empujando.

¿Quiénes?

La Pausini (Laura), Tiziano Ferro, Nec, Bocelli. Y el inoxidable Celentano.

¿No le preocupa haber perdido aquel reinado en la Argentina?

No quiero que los argentinos me olviden, pero no es fácil. La crisis europea es grande…

¿El efecto Berlusconi?

Muchos meten mano donde no deben. Pasa en todos lados. Ustedes deben saber bien de eso, ¿no? La Argentina está lejos y hay que hacer una movida grande y prolija para volver. Yo quisiera hacer algo grande, un estadio.

¿Piensa en la revancha que significó no haber sido admitido en el Conservatorio de Roma?

El mundo clásico no me hubiera aceptado. Dicen que soy un rebelde (se ríe). Hubiera sido bello ser un director de orquesta, pero yo no sabía la teoría.

O la aprende, o se va , me dijeron. Y me fui.

De San Remo al mundo y del mundo, adentro. “Todos éramos más felices de niños. Ahora pienso que es mejor estar en casa. Estoy en etapa de freno, sino, la vida pasa de largo. Me han ofrecido realities y todas esas cosas, pero mejor no”, advierte y hace pasar al fans club de treintañeras. A una la carga a upa. A otra la besa a milímetros de la boca. No por nada lleva al dios del amor en el nombre: “Eros, qué nombre premonitorio”, se ríe y con el guiño de ojo baja astutamente el telón: “La fama es una trampa”.

 

 

 

 Por Marina Zucchi  mzucchi@clarin.com

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