San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

El control de precios depende del contexto en el que se aplica

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El control de precios depende del contexto en el que se aplica

Si en todos los cursos introductorios de economía les explicamos a los alumnos los problemas que generan el control y el congelamiento de precios; ¿cómo puede ser que en 1987 Robert Lindsay Schuettinger y Eamonn F. Butler hayan documentado la existencia de 4000 años de controles de precios y salarios, y que el actual gobierno insista en lo mismo?

Para contestar este interrogante entrevisté el argentino Adolfo Martín Prudencio Canitrot (1928-2012), quien como Álvaro Carlos Alsogaray, Alejandro Ernesto Bunge, Guido José Mario Di Tella, Francisco García Olano, Héctor Juan Carlos Grupe y Santiago Pascual Palazzo, primero estudió ingeniería (en la Universidad de Buenos Aires) y luego economía (en la Universidad Stanford). Investigador en el Instituto Torcuato Di Tella y en el Cedes, entre 1985 y 1989 fue viceministro de economía de Juan Vital Sourrouille. Salvo su tesis doctoral, donde bajo la dirección de Hirofumi Uzawa introdujo aranceles en un modelo neoclásico de crecimiento de 2 sectores, sus escritos fueron empíricos. Pero empíricos en serio, donde la realidad no es una mera ilustración, sino que ocupa un lugar central en su análisis político y económico. Más porteño que el Obelisco, en el plano personal era fantástico.

-El plan Austral congeló los precios. ¿Hay congelamientos buenos y malos?

-No se trata de buenos y malos, sino del contexto en el cual se introducen. A mediados de 1985 congelamos los precios de los bienes, junto con los salarios, las tarifas públicas y el tipo de cambio, habiendo corregido previamente los atrasos y los adelantos de los precios relativos. Lo hicimos para quebrar la inercia inflacionaria, en un momento en el cual los precios aumentaban aproximadamente 1% por día. Dada la credibilidad que en ese momento tenía el gobierno presidido por Raúl Ricardo Alfonsín, el congelamiento funcionó sin inspectores, sin generar desabastecimientos. Dijimos que no nos íbamos a enamorar de los congelamientos, y cumplimos. Desde el punto de vista inflacionario el plan Austral no pudo mantener en el tiempo su éxito inicial, pero los congelamientos y los controles no distorsionaron los precios relativos.

-El actual congelamiento es bien diferente.

En muchos aspectos. Se refiere a algunos productos (el titular de YPF aclaró que las naftas no están incluidas), de manera que cabe esperar que aumente la distorsión en los precios relativos; no forma parte de ningún programa que incluya modificaciones en los planos fiscal, monetario, cambiario, etcétera, y el gobierno tiene un problema de credibilidad frente a la población. Que fue acordado con los supermercados suena a chiste, o a compensación por otras vías.

En un artículo publicado en 1958 en Panorama de la Economía Argentina, Carlos María Moyano Llerena mostró que, cuando se eliminaron los controles, el precio de los artículos que habían estado sujetos a control aumentó más que el del resto de los productos, lo cual se explica porque los productores habían restringido la oferta de los productos cuyos precios estaban controlados, y se había volcado a producir los otros. Lo cual le hizo recomendar a Tato Bores que se congelara el precio de los tapados de visón, así aumentaba la oferta de pan.

-¿Qué va a ocurrir el día 61?

-En marzo de 1977, José Alfredo Martínez de Hoz impuso una «tregua» de precios durante 120 días, por lo cual todo el mundo estaba preocupado por el día 121. Aquí probablemente no ocurra algo parecido. Recuerdo cuando la vida era más simple: el precio de cada producto aparecía claramente, el comprador ponía los billetes sobre el mostrador, el vendedor ponía el producto, y listo. Ahora los precios están sujetos a descuentos, bonificaciones, puntajes, etcétera, y por consiguiente vía cambios en estos últimos pueden coexistir un congelamiento nominal y precios efectivamente pagados que siguen subiendo. La medida, hasta ahora, parece afectar más la economía de los diarios que publicaban los avisos de los supermercados.

Por Juan Carlos de Pablo | LA NACION

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