San Rafael, Mendoza viernes 22 de noviembre de 2024

Daniel Day-Lewis: “No soy desequilibrado, sé que no soy Lincoln”

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Obsesivo en la construcción de sus papeles, pocos dudan de que gane su tercer Oscar por “Lincoln”, de Spielberg, que se estrena el jueves.
“Ahora pertenece a la eternidad”, dijo Edward Stanton, secretario de guerra de Abraham Lincoln, en el lecho de muerte del presidente. “Y a los estudios de cine”, podría haber agregado.

Aunque creció en Inglaterra e Irlanda y tuvo que aprender todo sobre Lincoln, Daniel Day-Lewis, el último de una larga fila de Abrahames de la pantalla, es quien protagoniza el Lincoln de Steven Spielberg. A los 55 años, Lewis ya ganó dos Oscar al mejor actor y su actuación, tierna y conmovedora, convincentemente fatigada y encorvada, le ha valido una nueva nominación.

Alto y delgado, de manos grandes y cuello largo, Day-Lewis se parece más a Lincoln físicamente que muchos de sus antecesores -sin duda, más que Kris Kristofferson, que en la película para TV de 1995Tad tuvo que usar zapatos con plataforma para alcanzar una estatura digna de Lincoln-. Sin embargo, la primera vez que Day-Lewis abre la boca en la película, también desconcierta un poco. Su Lincoln no habla con la voz estentórea, ni con los tonos resonantes de relator de estadio que tenía el Lincoln animatrónico de Disneylandia oído por primera vez en la Feria Mundial de 1964, sino con una voz que es aguda, seria y poco ceremoniosa.

Day-Lewis es famoso por ser sumamente quisquilloso para elegir papeles. A veces incluso espera años entre película y película mientras vive en Irlanda o los Estados Unidos con su mujer, Rebecca Miller (hija de Arthur Miller, a quien conoció en la filmación de Las brujas de Salem), y los hijos que tienen en común. (El tiene un tercer hijo, mayor que los otros, con la actriz Isabelle Adjani.) En un momento parecía que había renunciado definitivamente al cine y se iba a dedicar a hacer muebles de cocina y zapatos.

Day-Lewis, que tiene una voz grave y acento británico, en nada parecido al de Lincoln, prefiere no hablar demasiado sobre su método de actuación. El mismo no lo entiende del todo, dice, y tampoco quiere hacerlo. “Ahora hay una tendencia a deconstruir y analizar todo”, señala en una reciente entrevista en Nueva York, “y creo que es contraproducente”.

Luego agrega: “Suena pretencioso, lo sé. Reconozco todo el trabajo práctico que hay que hacer, el trabajo sucio, que me encanta: el trabajo en la tierra, el escarbar con la esperanza de encontrar una piedra preciosa. Pero necesito creer que hay un misterio de cohesión que une todas esas cosas, y yo trato de no separarlas”.

Spielberg, que nunca había dirigido a Day-Lewis, dijo sobre el trabajo con él: “Nunca le miré los dientes al caballo regalado. Nunca le pregunté a Daniel sobre su proceso. No quería saber”.

Pero de lo que sí hablaron fue de Lincoln, no sólo en el set sino a partir de 2003, cuando Spielberg tomó contacto con Day-Lewis por primera vez. En aquel momento, el guión era muy distinto -menos presidencial y más centrado en la Guerra Civil, contó Spielberg- y a Day-Lewis no le interesó. También dijo que la idea de encarnar al presidente de los EE.UU. era ridícula.

Seis años después, Spielberg volvió con un nuevo guión: escrito por Tony Kushner, libremente basado en el libro de Doris Kearns Goodwin Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln (Equipo de rivales: El genio político de Abraham Lincoln) y que abarcaba sólo los últimos cuatro meses de la vida de Lincoln. Fue en ese lapso cuando logró que el Congreso sancionara la 13ª Enmienda, que abolía la esclavitud. “Me resultó muy interesante”, explicó Day-Lewis. “Me pareció una excelente idea… para otra persona”.

Incluso después de aceptar el papel, “pensé que era una muy, muy mala idea -agrega-. Pero para entonces era demasiado tarde. Ya me había visto arrastrado a la órbita de Lincoln. Era una órbita muy poderosa, lo que es curioso porque uno tiende a mantenerlo a mucha distancia. Se lo ha mitificado al punto de deshumanizarlo. Pero cuando uno empieza a acercarse a él, casi instantáneamente se vuelve hospitalario y accesible, como era en la vida real”.

Day-Lewis no se preparó para el papel cortando durmientes para armar cercas ni haciendo cuentas en el revés de una pala, como hacía Lincoln, sino sobre todo leyendo. Empezó con el libro de Goodwin, leyó todos los escritos de Lincoln y terminó con la biografía de Carl Sandburg. También dedicó mucho tiempo a estudiar las fotografías tomadas hacia el fin de la vida de Lincoln por Alexander Gardner. “Las miré como a veces uno mira el propio reflejo en el espejo y se pregunta quién es la persona que nos devuelve la mirada desde allí”, contó. En total, pasó alrededor de un año estudiando y pensando en Lincoln.

Hay pruebas históricas, en forma de relatos contemporáneos, de que Lincoln tenía una voz aguda, y Day-Lewis tiene la teoría personal de que las voces agudas se propagan mejor en las multitudes y que eso fue lo que hizo de Lincoln un orador tan eficaz.

“Todas esas cosas son variables, afortunadamente para mí -dice sonriendo-. Nadie puede decir categóricamente que la voz de Lincoln era o no era así”. Para cualquier papel, continuó, está atento hasta oír una voz, y generalmente en algún momento la oye. “Eso, a mi juicio, fue un auténtico descubrimiento en el caso de Lincoln”, dice, agregando que ser capaz de reproducir una voz después de haberla oído es otra cuestión y también, a veces, el poder aferrarse a ella.

Para aferrarse a la voz de Abraham Lincoln, la usaba todo el tiempo, entre tomas e incluso una vez terminada la filmación. Spielberg no recordaba claramente si Day-Lewis usó la voz de Lincoln en sus conversaciones privadas, pero luego añadió: “Llegué a verlo como el personaje. Supongo que no cambiaba la voz. ¿Por qué habría de hacerlo?” Kushner contó que Day-Lewis le había advertido que, una vez que comenzara la filmación, ya no le hablaría, que sólo lo haría con Spielberg. También recordó un día, al comienzo del rodaje, en que filmaron la escena quizá más importante de la película: un discurso que da Lincoln a su gabinete sobre la importancia de la 13ª Enmienda. “Todo el mundo se quedó con la boca abierta -dice-. Fue una de las cosas más maravillosas que haya visto. Para hacer eso, hay que estar ahí, en ese momento. No es psicosis, es concentración sostenida. ¿Es necesario todo eso, seguir en papel? Para mí, tiene sentido”.

Day-Lewis dice que sintió una “gran tristeza” cuando el filme se terminó y que todavía se siente unido a él. “Tengo una cabeza de una sola pista. No soy desequilibrado, sé que no soy Abraham Lincoln. Tengo conciencia de eso. Pero la verdad es que este juego consiste en crear una ilusión y, por alguna razón y por loco que parezca, una parte de mí se puede permitir creer sin cuestionar durante un tiempo, y ése es el truco”. Se ríe. “Quizá sea una terrible revelación sobre mí que me sienta capaz de hacer eso”.

Traducción: Elisa Carnelli

Por Charles McGrath

the new york times y clarín

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