En http://piramideinformativa.com/2019/09/rodolfo-kusch-y-el-pensar-en-americano-parte-i-carlos-benedetto/ nos habíamos “detenido en Maimará” junto a Rodolfo Kusch, en un texto que pareciera un viaje iniciático al corazón de la América Profunda. Luego el http://piramideinformativa.com/2019/09/rodolfo-kusch-y-el-pensar-en-americano-parte-ii-por-carlos-benedetto/ empezamos a hurgar en el pensamiento de la América Profunda de la mano de Rodolfo Kusch. En esta entrega incluimos otros dos subtítulos del capítulo a nuestro cargo en el libro “La Aventura del Conocimiento2, compilado por Ricardo Castillo
Subjetividad emancipatoria sudamericana
A esta altura tenemos que detenernos a pensar en este doble legado, a esta obra inconclusa.
Han pasado muchas cosas desde 1989. Las ciencias sociales (Psiconálisis incluído) estuvieron ausentes en las cíclicas noches culturales que se sucedieron. El materialismo histórico, mal que les pese a algunos representantes de la ultraizquierda, resultó ser una herramienta pobre, que no podía perforar el alma americana para llegar al fondo y pensar desde allí, porque ya creía, cree, conocerlo. Y no lo conoce.
El materialismo histórico es una creación occidental nacido del capitalismo europeo pero que se extendió por el mundo como método de análisis, lo cual es admirable por su vigencia, pero también como dogma inamovible, lo cual no es tan admirable.
“El Europeo” de Herman Hesse (https://sinpelos2011.files.wordpress.com/2013/12/el-europeo.pdf) da más cuenta de esa falencia, pero también antes el mismo Marx reconoció que su construcción teórica se restringía al mundo europeo, aunque llegó a percibir que, fuera de Europa, existía el “modo de producción asiático” (https://www.monografias.com/trabajos82/modos-produccion-asiatico-y-precolombino/modos-produccion-asiatico-y-precolombino.shtml). Los marxistas no tuvieron en cuenta eso y actuaron pensando que alcanzaba con trasplantar el método al Tercer Mundo y que con eso bastaba. De allí que algunos sectores de la izquierda siguen sin entender a los populismos sudamericanos y compartan con la ultraderecha el tinte despectivo de ese vocablo.
En el materialismo histórico se confunde la religión con el cristianismo deformado desde su cooptación por el Imperio Romano antes de caer, y en nombre de ese anti-cristianismo se cuestionan visiones del mundo y espiritualidades que son anteriores a la historia europea: el concepto de propiedad, por ejemplo, que los pueblos originarios americanos, africanos y asiáticos no desarrollaron, como tampoco desarrollaron el concepto de mercantilización del mundo, incluyendo el trabajo humano. Así, la militancia ambiental de izquierda, no lee LAUDATO SI porque “es obra de la Iglesia”. Y, como todos sabemos, “la religión es el opio del pueblo”. Eso dice el libreto y así quedará para siempre. Ello a pesar de que trotskistas como Abelardo Ramos y Ernesto Laclau resignificaron el término populismo, y Jacques Lacan y Jorge Alemán harían lo propio con la idea de religión en tanto ilusión (Freud dixit), y a pesar de que muchos sacerdotes leyeron y leen a Marx y militan en consecuencia
“La reciprocidad y redistribución de los incas” no era “socialismo” como lo entiende el marxismo y han aventurado muchos autores; el socialismo europeo fracasó; la fecha simbólica de esa caída es 1989, y hoy ya no es opción en este mundo; en cambio, emergen los “pueblos originarios”, los habitantes del “arca” de Herman Hesse en su cuento escrito en 1917, cuando “la razón” europea se escandalizaba de sí misma, a fines de la Primera Guerra Mundial. A su manera, Arthur Clarke escribiría, luego de la Segunda Guerra Mundial, una fábula donde también ponía en cuestión la “inferioridad” de la espiritualidad tibetana: https://ciudadseva.com/texto/los-nueve-mil-millones-de-nombres%20de%20dios.
El cristianismo (en sus orígenes una de las tantas religiones orientales que llegaron al Imperio Romano), europeizado y romanizado, acompañó la Conquista del Tercer Mundo, pero también una parte de ese cristianismo fue influido por las visiones de los vencidos. Baste ver la lista de sacerdotes jesuitas que abrevaron en el taoísmo, o en las religiones americanas. Hasta su muerte en 1995 el primer obispo de Neuquén, el salesiano Jaime De Nevares, convivía largas temporadas en la cordillera con las comunidades mapuches sin celebrar misa y participando de sus rituales ancestrales; más aún, incentivó a muchos mapuches a que hablaran su lengua, hasta entonces una suerte de argot prohibido por el sentido común capitalista dominante.
En la búsqueda de una subjetividad no colonizada, emancipada, a menudo recurrimos a autores europeos y vemos a América (Latina) como una mera extensión del Viejo Mundo, ignorando que ya Europa empezó a desencantarse de sí misma desde por lo menos mediados del siglo XIX. Hesse ya advierte, en su fábula, que hay una diferencia clave entre “concebir” al mundo que “ver” al mundo tal como es. Concepción versus Visión. Ser o estar, diría Rodolfo Kusch. Magrassi buscaba, más que diferenciar, apuntar a la necesitar de mestizar.
Desde el regreso de la democracia a la Argentina ha vuelto a ponerse sobre el tapete la “cuestión indígena”, o aborigen, o pueblos originarios. En algunos espacios ha sido y sigue siendo una moda cultural pasajera, pero en los comienzos del siglo XXI ha tenido un protagonismo político que lo vuelve insoslayable.
Al cumplirse tres décadas de la muerte de Magrassi y cuatro de la muerte de Kusch, prefiero hablar de sus ideas, que están más vivas que nunca, aunque sigan silenciosas.
Repaso y puesta al día tres décadas más tarde
En HUAICO LAZO AMERICANO 23, noviembre de 1984, decíamos que “en su libro EL PENSAMIENTO INDIGENA Y POPULAR EN AMÉRICA (Kusch) nos dice unas palabras casi lapidarias: “no existe en América un estilo uniforme de vida. En lo que va del indio hasta el ciudadano acomodado cada uno juega un estilo de vida impermeable. Por un lado el indio detenta la estructura de antigüedad milenaria, y por el otro la ciudadanía renueva cada diez años su modo de pensar”. Con lo que, entonces, relativiza el pensamiento “superior” europeo.
Y luego comentamos: “América es el objeto, Europa es el sujeto. Y mientras mantengamos esa creencia –obviamente alimentada desde afuera aun en nombre de posturas aparentemente liberadoras, no podremos ser sujetos de la Historia”. Esto nos remite a octubre de 2017, cuando ciertos sectores de la izquierda conmemoraron la Revolución Rusa al tiempo que siguen despreciando o simplemente ignorando lo que significa “octubre” en la historia argentina, y de allí la imposibilidad de abordar el mundo indiano desde esas categorías de pensamiento.
Luego consideramos que “la cultura popular e indígena es fundamentalmente negadora de la sociedad moderna, urbana. Y ésta, al sentirse negada, responde con el insulto o el racismo cultural. Por último, y aquí hay un punto por demás importante, le negación se funda, no en disquisiciones racionales e intelectuales, sino en la intuición emotiva, en la experiencia de vida. Por eso, el pensamiento popular es vital, es concreto y religioso a la vez, por contraposición al pensamiento ciudadano, que tiende a la abstracción, al consumismo de teorías, al juego de las ideas por las ideas, a un alejamiento creciente de éstas respecto de la realidad tangible. Así, afirmación y negación son una misma cosa en el pensamiento popular, y al constituir éste la confluencia de opuestos, confirman lo que Jung nos ha traído desde antiguas tradiciones con el nombre de “mandala”: lo circular perfecto, andrógino, que resulta de fusionar los opuestos. De tal manera, el pensamiento raigal americano guarda similitudes con el del Extremo Oriente, que ha dado a la Humanidad grandes escuelas de sabiduría (que también Occidente consiguió convertir recientemente en moda cultural, aunque sean mucho más que eso).En este pensamiento, se parte de un “centro” que existe, pero del que no puede decirse nada, casi como nos lo devela Leopoldo Marechal en EL BANQUETE DE SEVERO ARCANGELO. Un centro que es como el ojo del huracán, donde reina serenidad, pero en torno al cual todo se convulsiona. Allí está el hombre americano, y allí no hay “conocimientos”, sino “revelaciones”. Y es desde esa esencia intransferible que son posibles fenómenos de creación tales como el “realismo mágico”, mérito exclusivo de nuestra literatura, pero que anticipa un modelo humano que aún no encontró manera de expresión en los planos materiales. Cuando el hombre americano conoce un objeto, a diferencia del europeo, el objeto no es el fin en sí mismo. El objeto tiene valor en tanto le permite o no acceder a Lo Otro. Y es así en cada acto cotidiano. Cuando un hombre occidental bebe un vaso de agua, solo satisface una necesidad biológica, cuando un indio americano bebe agua en un vaso pintado con motivos religiosos, ese acto tiene otro valor, que el occidental no puede entender; no sólo está bebiendo agua, sino que también está cumpliendo una función cósmica, no sólo hace la guerra y conquista o se deja conquistar, también está cumpliendo una misión en otro plano”. (1)
Y luego Kusch se refiere también a “la doble vectorialidad de pensar”; señala que los dos vectores del pensamiento son el intelectual y el emocional. “El primero ve objetos y sólo objetos; a lo sumo ve su utilidad práctica. El otro pensamiento, el emocional, ve en el mundo un signo de otra cosa; allí están también los dioses, la interioridad del mismo hombre. Porque hombre y mundo no son entidades separadas, como no lo son hombre y naturaleza, ni tampoco hombre y dios; así, mientras las culturas ciudadanas “evolucionan” hacia una creciente escisión de esos aspectos, la cultura indígena mantiene milenariamente un estado de comunión, que el hombre blanco no puede ver sino como “atraso”. Hay una llamada “área de plegaria”, que Kusch identifica” en ese centro innombrable del indígena, pero que aparece profanizado y distorsionado en el hombre de la ciudad, aunque éste se diga escéptico: son las “sagradas” vacaciones, son las distintas variantes de refugios interiores (incluyendo la plata, que se guarda para sí el esposo, antes de entregar el sobre con el sueldo de fin de mes a la mujer, identificado con un “esto es pa’mí”), y todas aquellas actitudes y acontecimientos que en las sociedades indígenas no han perdido su naturaleza original”.
Para el ser urbano, el estar indígena es pura mística o superstición. Pero Kusch habla de “estar” y de “ser” y define a lo americano en términos de “estar”. Lo cual podríamos ilustrarlo con un texto extraído de EL PENSAMIENTO INDIGENA Y POPULAR EN AMERICA: “…se trata de un término cuyas acepciones reflejan el concepto de un mero darse o, mejor aún, de un mero ‘estar’ pero vinculado con el concepto de amparo y de germinación” que da el propio horizonte socio-cultural. Siguiendo el origen del término en lengua aymará, Kusch nos informa que ese “estar” tiene vinculación con el “poner las cosas para vender en la plaza” (recordemos que en el plano del urbanismo, la plaza es el lugar vacío central que concomitantemente encontramos en el centro espiritual íntimo del que hablamos antes). “Y el concepto de plaza -prosigue nuestro autor-, desde el punto de vista de la psicología profunda, tiene un evidente sentido arquetípico, ya que es el símbolo del centro de un mundo trazado en plan mágico, el mundo ‘mío’ el mismo que traza Huaman Poma cuando dibuja el mapa del Perú con las cuatro parejas regentes” (que no coincide con el mapa geográfico científico, pero que es igualmente un mapa en otro sentido)…”Se trata del mundo existencial y vital de Huaman Poma y del indio en general que, por consiguiente, poco o nada tiene que ver con el mundo real detectado por la ciencia, pero sí con la realidad que cada uno vive cotidianamente. Y ahora cabe una pregunta: esta forma de preferir el ámbito real a partir de un pleno sentimiento de estar no más, ¿no es acaso profundamente americano, del cual participan indios y blancos?”. A partir de allí, la filosofía estrictamente americana, no dará como resultado una “teoría del conocimiento” pero sí una “doctrina de la contemplación”. El indio no busca conquistar al mundo, pero sí contemplarlo. Lo americano se identifica con un “se deja estar, por oposición a lo occidental, basamentado en un “llegar a ser alguien”. Allí el ser está sobrentendido en la vida, aquí es el objeto de una búsqueda, es la prueba de un “estar vacío”.
Siempre en HUAICO 23, nos detenemos en unas reflexiones que podían indicar, en el pensamiento de Kusch, una suerte de “destino manifiesto” del ser americano; “En la perspectiva kuschiana, América pueda ser el escenario de la fusión de las dos vectorialidades del pensamiento, que occidente separó. Todo proyecto liberador, todo pensamiento en términos de hombre nuevo, sólo serán posibles a partir de “lo arcaico” que descansa en el pensamiento popular. América es el lugar de encuentro (dejando de lado si traumático o no) de dos grandes aventuras humanas en el orden espiritual. Ante la angustia existencial, la cultura occidental se ha obsesionado en la construcción vía tecnológico científica de un mundo a su medida, sin lograrlo. Ha creado una realidad nueva, emulando a los dioses. El verdadero hombre americano no arranca intelectualmente sus secretos a la naturaleza, sino que dialoga con ella en términos emocionales, mágicos (En una tira del humorista Quino hemos visto a un hombre blanco esforzándose en una obra de ingeniería para construir un puente y sortear un abismo; a poco de iniciada la obra llega un habitante nativo de la zona, que se arrodilla ante una piedra y eleva sus brazos al cielo; los dos extremos del abismo se unen, el nativo pasa al otro lado y luego el abismo vuelve a producirse. El nativo ha invocado a los dioses y cruzado, el hombre blanco queda estupefacto con su obra a medio terminar). El hombre europeo y occidental es agresivo y masculino, conquista con su poder y su espíritu fáustico; el hombre americano es receptivo, y tarde o temprano fagocita a aquél, como el “espíritu de la tierra” del que escribe Scalabrini Ortiz y del que tanto renegaron los racionalistas del tipo Martínez Estrada. Por eso la “tradición” racionalista en América ha sido, cuando no una moda, una causa de futuros resentimientos (sobre todo cuando la realidad no se ajusta a lo que dicen los manuales científicos), y la tradición india ha podido resistir y permanecer, aunque fuera en silencio.Es hora de preguntarnos: ¿habrá sido Rodolfo Kusch un instrumento de esa tradición que ya ha visto la hora de verbalizarse? Claro… ya estamos sospechando lo profético… ¿por qué no?”
Gentileza: Carlos Benedetto – carlos.benedetto@malargueonline.com.ar
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