San Rafael, Mendoza 27 de abril de 2024

Semana santa en tiempos de la colonia – Por:.Beatriz Genchi

Todas las ciudades de la colonia española americana, palpitaban su vida social estrechamente vinculada a la actividad de la Iglesia. La presencia de esta, estaba en todos los momentos de la vida de la gente. Fuesen o no creyentes, porque los hábitos, usos y costumbres todos, sin excepción, estaban impregnados de normas que emanaban de la Iglesia. Sea que esta las generara o bien, legitimara costumbres y tradiciones.

En las ceremonias rituales de Semana Santa, como así también de Navidad entre otras, se realizaban teatralizaciones acompañadas de cánticos y poesías. A su vez, las banderas de los barcos en el puerto y edificios públicos permanecían a media asta.
Ya sabemos que la semana santa empieza con el Domingo de Ramos. Pero en los tiempos en que vivió Manuel Belgrano, este período comenzaba el Viernes anterior al Domingo de Ramos, que se denominaba Viernes de los Dolores o de Pasión. En este día, se conmemoraban los sufrimientos de la Virgen María, durante los días previos a la crucifixión de su hijo Jesús.

El Viernes de Dolores, todo el mundo ayunaba, salvo los que debían hacerlo por razones de salud. Hoy en día los ayunos son distintos y en algunos casos ni siquiera se observa un menú distinto.

El Jueves Santo, los fieles debían visitar siete iglesias, en recuerdo de la búsqueda que los romanos, en tiempos del emperador Augusto, emprendieron para hallar a Jesús para llevarlo ante la presencia de Poncio Pilatos y se cubrían todos los santos. El viernes Santo, se realizaban las estaciones, que evocaban el Vía Crucis – trayecto que recorrió Jesús con la cruz. Los peregrinos que realizaban estos actos de fe, recibían indulgencias para sus pecados.

El Sábado de Gloria las Iglesias volvían a llenarse de fieles. Se descubrían los ángeles, santos, santas y los ornamentos lucían nuevamente, las campanas repicaban por la alegría de la resurrección. La “Misa de Gloria” convocaba a multitudes que llevaban en su rostro una sonrisa y en sus corazones un voto de fe. Las mujeres se sacaban el luto y volvían los colores en las vestimentas. ¡El Señor ha resucitado!, era la consigna unánime.

Cabe destacar y abundando en las creencias del momento, que las autoridades mayores de muchas poblaciones – Buenos Aires era el caso – entendían que su presencia era obligada como signo de respeto de un poder a otro. Incluso, en la creencia de que era preciso proteger los templos en días tan señalados en los que “podía acceder el maligno” a ellos ante la muerte de Jesucristo, se consideraba una garantía de protección el que durante los días más profundos de la Semana Santa, el Cabildo custodiase las llaves de los sagrarios, donde al final de las ceremonias eran entregadas a las autoridades correspondiente.

Y llegaba el domingo de Pascuas. Y obviamente tal como ahora, a la mesa a comer. El plato típico era el cordero pascual, vieja tradición judeo española.

En el libro “Historia de la Iglesia Argentina” de Di Stefano y Zanata, transcriben a Margarita Sánchez de Thompson, la que cuenta: “Arreglaron una armazón para formar una nube. ¿Hecha de que dirán? De algodón teñido de celeste, mezclado con blanco y salpicado con estrellas de esmalte, ya podrás pensar, a las doce del día la ilusión completa de esto. Dentro de esta nube, venía un niño muy lindo vestido de ángel, que tenía una voz lindísima y a tiempo del Gloria se descolgó de la media naranja, hasta la altura de una araña cantando el Gloria y echando flores y versos y del mismo modo lo volvieron a subir.” Estos “efectos especiales”, diríamos hoy, cautivaban la atención y la admiración de los participantes y desde luego eran materia de comentario en las reuniones sociales por un tiempo, como también lo expresa Mariquita.

Otro detalle original y que vale la pena señalarse, es que las estaciones del viernes santo, en las ciudades de Sudamérica se hacía mayormente en el exterior, salvo Buenos Aires, donde normalmente se hacían dentro de las iglesias, por dos razones: Porque la Semana Santa caía en época de lluvias y si llovía las calles eran un lodazal y segundo, por la cantidad de ratones que en calidad de plaga habían invadido las calles aledañas al centro de la ciudad desde el siglo XVII y desde allí, se venía solicitando a los Santos San Sabino y San Bonifacio fueran intercesores y abogados ante Dios para exterminarlos.

Dentro de las obligaciones que tiene un feligrés de la Iglesia Católica Apostólica Romana, religión, es el de confesarse y tomar la comunión por lo menos una vez al año. Es por ello que en la semana anterior a la Semana Santa, el párroco salía a recorrer las casas de los fieles más remisos o menos cumplidores con la doctrina, a los efectos de “apurarlos” a que en forma urgente concurran a misa, confesándose y tomando la Sagrada Comunión, bajo la más severa pena de incursionar en pecado mortal.

Gentileza:.Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
beagenchi@hotmail.com

 

 

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