San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

¿Los intentos de suicidio de Borges? – Por: Beatriz Genchi

Mucho se comentó y escribió al respecto. Por eso en múltiples entrevistas surgía la pregunta: ¿Alguna vez pensó en el suicidio? Y él supo responder que un día había tomado la decisión, pero que luego pensó en que “con tener la idea” era suficiente

Un episodio conocido y comprobado por propias confesiones, aunque yo, lo tomo con algunos reparos. Fue en el verano de 1937 el escritor Jorge Luis Borges, por entonces un oscuro bibliotecario de 36 años, estaba perdidamente enamorado de una señorita, que lo rechazó de un modo hiriente, y por ello decidió suicidarse. 
En una armería de Buenos Aires, lejana a su casa para que no lo reconocieran, compró un revólver, y en un almacén una botella de ginebra Bols. Luego, fue hasta la estación Constitución y sacó boleto para el primer tren hacia Adrogué, pasaje de ida solamente. Se alojó en el hotel “Las Delicias”, que en esa época era uno de los lugares favoritos de los porteños de clase alta para pasar el verano. Eligió, con humor negro, la habitación 48 (Il morto qui parla) y pidió no ser molestado.

El calor agobiaba y la lluvia caía a baldazos. Sin desvestirse, se acostó en la cama, en la zurda la botella de ginebra, que bebió entera, y en la diestra el revólver que se llevó a la sien y apretó el gatillo. Los nervios o el alcohol, o ambas cosas, hicieron que la bala sólo rozara su cabello, sin producirle ni un rasguño. Anochecía. Comenzó a llorar, tuvo miedo de sí mismo, vergüenza por el fracaso y supo que no se mataría ese día.

Salió tambaleante a la lluvia, con el revólver aún en la mano, lo tiró en un zanjón y volvió a su casa en Buenos Aires. Mucho después contó lo sucedido a su amigo Manuel Peyrou.

Y María Esther Vázquez, también amiga de Borges, cuenta la “anécdota” en su libro: «Borges, esplendor y derrota». Ella conoció mucho a Borges en 1957, y de la larga y entrañable amistad que mantuvieron también surgieron múltiples obras en colaboración. Además, es autora de tres libros sobre la obra de Borges.

El otro episodio fue en octubre de 1965, Jorge Luis Borges esperaba recibir una buena nueva. Su nombre sonaba para el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, la noticia nunca llegó. Quien sí lo visitaba en un hotel de Buenos Aires ese día era el periodista Rodolfo Braceli. Llevaba una grabadora. Una de las preguntas fue esta: ¿Pensó alguna vez en el suicidio? A lo que Borges respondió con naturalidad y le dijo a su interlocutor que sí: “Recuerdo que hasta pensé en adquirir una navaja, una navaja de acero de Inglaterra o de Suecia”, reconocía Borges. Y agrega que su idea de suicidio era degollarse o bien cortarse las venas. Mientras realizaba tal afirmación, rectificó. El escritor confesó que, en lugar de la navaja, creía que sería más efectivo el cianuro, como así ejecutó la trágica acción Leopoldo Lugones.

“La muerte, sin duda, me está acechando, para que tomarme el trabajo. Antes de mi ceguera pensé muchas veces en suicidarme. Ahora ya es un poco tarde…yo creo que ya no necesito suicidarme”. Continuó el escritor con su confección.

En una sola frase, Borges se hizo aún más Borges. Y confesó el porqué de la renuncia. Su sentencia fue digna de un buen epitafio:

“En cualquier momento el tiempo me suicida”, dijo Borges.

Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

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