San Rafael, Mendoza jueves 28 de marzo de 2024

Un juego de química que además puede diagnosticar enfermedades. Mirá el video

juegoLa de los científicos como eminentes sabios aislados de la sociedad en su torre de marfil es una imagen que durante muchos siglos ha marcado la visión que los no iniciados ha tenido de la ciencia. Una estampa que a base de comunicación y divulgación está desapareciendo. Ahora saber y entender de ciencia es, si se tienen ganas, más fácil que nunca.

En ese esfuerzo por llevar las disciplinas científicas a la sociedad, hay quien tiene puesto el ojo en un público muy concreto: los niños. Los más pequeños no solo necesitan una sólida formación científica para desenvolverse como ciudadanos. Es que ellos son los científicos del futuro, y por eso los esfuerzos por despertar su vocación nunca serán demasiados.

Esto lo sabe bien el bioingeniero de origen indio Manu Prakash, de la Universidad de Stanford, que dedica parte de su trabajo en el laboratorio a desarrollar herramientas que de forma sencilla y sobre todo barata permitan a todos los públicos, y especialmente a los más jóvenes, convertirse en científicos en su día a día.

Los más pequeños no solo necesitan una sólida formación científica para desenvolverse como ciudadanos. Es que ellos son los científicos del futuro
Suyo es el diseño de un microscopio hecho con técnicas de papiroflexia del que ya hablamos en Teknautas, cuyo coste total no alcanzaba los 50 centavos de dólar. Ahora, su equipo ha ganado un premio de 50.000 de la Science Play and Research Kit Competition, un concurso para reinventar el juego de química del futuro.

Basado en la mecánica de una caja de música

Su propuesta está basada en las mismas premisas que el microscopio: precisión y un precio lo más ajustado posible. Para ello se inspiró en una sencilla caja de música mecánica.

Estas cajas de música funcionan girando una manivela y con una tira de papel perforada, similares a las que se utilizaban en los primeros programas informáticos. “Pensé: ¿y por qué no usarlas en química?”. Imaginó que podrían utilizarse para dejar caer o no fluidos por distintos canales diminutos, dejando que se mezclen en pequeñas cantidades controladas y observar su reacción.

Video: http://www.youtube.com/watch?v=kNQToOEFNmY

Para ello, creó un pequeño chip de silicona con canales trazados, en el que se pueden verter hasta 15 compuestos distintos. Estos chips son habituales en los laboratorios y utilizan técnicas de microfluídica, pero requieren de un equipo caro y de electricidad para funcionar. “Los gastos y el equipamiento es un cuello de botella a la hora de adaptar la tecnología a la educación científica y el cuidado de la salud a nivel global”, asegura Prakash.

Así que su invento es en realidad un sistema similar pero barato (su precio no supera los 5 dólares), que se activa con un movimiento manual, que tiene en su interior todo lo necesario para funcionar y que se puede reprogramar simplemente perforando una tarjeta nueva. “Es importante llevar herramientas abiertas a una gran cantidad de usuarios, pero sin hacerlas por ello más torpes”.

En las aulas y sobre el terreno

La idea es darle dos usos distintos. Por un lado, está su función educativa. Este kit puede servir para enseñar a los estudiantes distintas reacciones químicas y sobre todo para que experimenten por sí mismos. Puesto que las sustancias no salen nunca del chip de silicona, no hay riesgo que las ingieran por accidente.

“Si le dices a los chicos: aquí tenéis cinco cosas que ppodéis hacer y estas son las cinco soluciones que deberíais obtener, entonces ya les has perdido. Pero si les enseñas todo lo que todavía no se sabe, conseguirás engancharles”.

Pero hay otro enfoque para este invento, y es que es perfectamente adecuado para llevar a cabo pruebas de laboratorio allí donde por logística o por medios económicos no es fácil instalar uno. Pruebas de aguas contaminadas, diagnóstico de enfermedades, identificación de sustancias venenosas… Se pueden introducir muestras en esta pequeña máquina, así como elementos reactivos e identificar qué es exactamente lo que se tiene entre manos.

“Llevo un tiempo pensando en la conexión entre la educación científica y la salud global. Las cosas que haces para que los niños exploren la ciencia son exactamente el mismo tipo de cosas que necesitas para trabajar sobre el terreno, porque ambas tienen que ser robustas y muy versátiles”, concluye Prakash.

Fuente: Teknodos

 

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