San Rafael, Mendoza jueves 25 de abril de 2024

La oportunidad de seguir viviendo

04  logo_juanca_300 Natalia Fernández tiene 29 años, aunque puede decirse casi que “nació dos veces”. Sufrió un  aneurisma (la dilatación de un vaso sanguíneo) hace unos meses, lo que la dejó al borde de la muerte. Dios, buenos médicos y la ayuda de una persona la salvaron.

 Natalia, ¿a qué te dedicás?

Ahora soy desempleada, pero estoy con un proyecto de emprendimiento, soy diseñadora de zapatos, carteras, bijouterie… estoy armando algo, pero por ahora no puedo hacer mucho hasta que no me autorice el médico a usar la máquina y lo que necesito.

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 ¿Cómo se compone tu familia?

Mi papá, mi mamá y dos hermanos: Federico, el menor y Albano, el mayor.

 ¿Tenés novio?

No.

¿Qué problema de salud tuviste, cómo fue?

Tuve un aneurisma. Me dio el sábado 20 de abril. Estaba por salir, había salido de bañarme, me estaba cambiando en mi habitación y fue muy loco porque yo creí que era un pre-infarto o algo así porque me agarró un dolor más o menos a la altura del estómago. La mitad derecha del cuerpo se me adormeció. Soy muy creyente así que empecé a rezar. Pensé que mis papás no estaban, pero estaba mi papá en el comedor. Pedía que se me fuera pero no se me iba, hasta que me tiró en la cama. No coordinaba mucho. Agarré el celular aunque en muchas cosas no coordinaba. Empecé a intentar mandar un mensajito a mi mamá pero no podía armar palabras. Estaba confundida, y no se me dio por llamar por teléfono… En ese momento me llama quien era mi novio y llorando le traté de explicar, pero como no coordinaba bien no me entendía lo que me pasaba. Le expliqué como pude y me dijo “ya me voy para allá”. Me quedé en la cama, seguía tratando de mandar mensaje y no podía.

A los 20 minutos más o menos sentí ruido y dije “¡llegaron!” En realidad era mi novio y mi papá lo salió a atender. Mi novio estaba desesperado y mi papá no entendía nada. Fue él a la habitación, primero no me entiende (no quería abrir la puerta porque sabía que me estaba cambiando). Me dijo “¿estás bien?” y me entendió que sí, y se lo dijo a mi novio, que insistía en que yo no estaba bien. Vuelve mi papá, abre la puerta y me vio que yo estaba en la cama y al mismo tiempo llega mi mamá y mi hermano. Se armó “una revolución”, yo solo me acuerdo que los veía a todos hablándome. Empecé con vómitos. Me cambiaron, mi hermano me llevó alzada al auto y de ahí al hospital Schestakow.

En la guardia me tomaron la presión, dijeron que era un pico de stress y me sedaron. Yo seguía con vómitos. Como era fin de semana, estudios no hacían. Me tuvieron ahí hasta las 4 de la mañana (del domingo). Me mandaron a la casa y le dijeron a mi mamá que si seguía con vómitos el domingo, que me llevaran otra vez. Seguí con vómitos y concluimos que en el hospital no me iban a hacer nada porque era domingo. No me habían querido internar porque “no había lugar”.

El lunes a primera hora fuimos al hospital, me hicieron una tomografía y ahí saltó que tenía un aneurisma, pero no en el hipotálamo.

Como yo tenía mutual (me quedaba una semana de mutual) pero igual me derivaron a un hospital privado, así que fui al Español y quedé en terapia intensiva. Estuve tres días.

Mi mamá se fue a la mutual a pedir la baja para que me dejaran en la Salud pública porque me quedaban diez días y un aneurisma es algo largo.

Mi mamá se encontró con Luis Lucchesi que le dijo que se quedara tranquila, que ellos se iban a encargar de todo y que la mutual no me iba a soltar la mano.

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¿Qué pasó después?

Me derivaron a Córdoba, a una clínica de la mutual y me tuvieron en terapia intensiva, me hicieron estudios y me atendió el Dr. Gioino (Carlos Guido Gioino, Neurocirujano), que es una eminencia. Yo no lo vi a él, pero miembros de su equipo me iban a ver todos los días. Yo iba recuperando fuerzas, el adormecimiento seguía (como sigue hasta hoy día) pero me sentía mejor. Después me pasaron a sala común donde estuve dos semanas más. Ahí conocí el Dr. Gioino y me explicó “crudito” lo que me pasaba, y qué me podía pasar.

 ¿Qué te explicó?

Me dijo que si me sangraba de nuevo era muerte súbita, que la operación no se podía  hacer porque era un lugar difícil. Me dio la opción de la embolización (que es un catéter que va dentro de una arteria) aunque tengo las arterias finas y frágiles y se podría complicar. Y había una tercera opción que era la Radiocirugía, aunque él no la hacía. Mi papá le preguntó “si usted tuviera un hijo con esto, ¿qué haría?” y él le contestó que hiciera una interconsultas, entre las que estaban dos clínicas de Córdoba y el Fleni (Buenos Aires). Hizo cartas de recomendación.

Se llegó a la conclusión que la radiocirugía era para mi caso. El Dr. Gioino me explicó además, que la radiocirugía era buena porque no me tenían que abrir, son rayos, aunque lo malo es el tiempo, de dos a tres años, porque hay que esperar que se seque. La radiocirugía se hace una sola vez, pero cada tres meses tengo que hacerme resonancias.

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 ¿Cómo siguió todo?

El Dr. Gioino me dio un alta ambulatorio y me dio un pedido especial para presentar en la mutual.

Tenían que pasar tres meses y después tenía que viajar a Córdoba o Buenos Aires para operarme. Había un peligro latente, yo tenía que estar en mi casa igual que en la clínica, quieta, sin hacer esfuerzos porque podía sangrarme en ningún momento.

La mutual un poco se rehusaba a la operación, pero intercedió una vez más Luis.

 ¿Cómo fue la cirugía?

Te colocan un aro metálico que se atornilla en la cabeza, se hace una tomografía de contraste para localizar bien el aneurisma, y desde ahí me trasladaban en ambulancia hasta San Justo a otra clínica donde esperaba el turno para los rayos.

Los rayos duran media horas.

 Y ahora, ¿cómo estás?, ¿tenés secuelas?

Sí. Tengo la parte derecha pesada y como con “hormiguillas”. No se nota, me dicen que no se me nota, pero sí, es una pesadez grande. Escribir me cuesta bastante (y soy derecha). El médico dice que eso se me va a ir con kinesiología y demás.

 Te quedan dos años largos de tratamiento.

Claro, en octubre viajo otra vez a Buenos Aires con una resonancia de acá para que los médicos vean cómo va.

Cabe aclarar que nunca bajaste los brazos.

Sí, tuve un ánimo muy positivo siempre. Los doctores me decían que eso siempre ayudaba mucho.

 Familia, amigos…

Esa parte es inexplicable. Hasta que no lo vivís no lo entendés. La movida que hubo acá en San Rafael fue increíble. Incluso hice amigos en Córdoba, en el mismo hospital. Apoyo económico, cadenas de oración… el Facebook explotaba (me lo decían porque yo ni lo veía). Esa energía yo la sentía. Esa ayuda fue increíble.

 Natalia y toda su familia y seres queridos agradecen especialmente la participación en esta historia del señor Luis Lucchesi,

él sabe…

 “Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida”

Albert Einstein

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